domingo, 17 de abril de 2011

La memoria de la ausencia






“Y cuando caigo dormido
Los objetos de mi casa
Se me acercan lentamente
Y susurran nombres secretos
Los nombres que siempre ocultan
Y cuando caigo despierto
Intento escribirlos
Pero los nombres verdaderos son
Como arena que cae entre mis dedos”
Metáforas mezcladas Dave Mckean





La relación fetichista con los objetos del pasado como bien señaló Bergson, nos revela que la inscripción temporal de dichos objetos en nuestra memoria, su envejecimiento y transformación,  es directamente dependiente de la vida cambiante de quien los observa. Así, sujeto y objeto serán determinantes a la hora de darle significación no sólo al objeto en sí, sino a todos aquellos parámetros que lo configuran como tal en un momento dado, y “según el orden del tiempo” (katá kronou taxin) que introdujo Anaximandro allá en los albores de la filosofía occidental, serán reconducidos a “lo Indeterminado” (to apeiron) de donde proceden todas las cosas.


La memoria y el tiempo a través de los objetos.
Vibración del tiempo a través de la fragilidad ontológica que se deposita en un objeto al tocarlo y que lo convierte en fantasma, fantasma  que habita en el polvo.
Un suspiro nebuloso donde todo se crea y se evapora en un momento.
La ausencia como parábola de una presencia desteñida por el tiempo, ajada y pasada de moda.
La melancolía encarcelada en las imágenes sincrónicas del pasado, del flujo temporal que va haciendo aparecer recuerdos al mismo tiempo que los destruye, que invita al olvido a hacerlos transparentes.
Lo efímero en lo presente y en lo ausente, guiño a Duchamp, al infraleve, al intento de transformar energías perdidas.

Lo que permanece, lo que sobrevive al naufragio es sólo el polvo.













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